Una mirada al Trauma Infantil
Trauma
La palabra trauma tiene origen griego y
literalmente significa “herida”. En la actualidad se utiliza para hacer
referencia a las heridas, tanto de carácter emocional como físicas. Los traumas
tienen una dimensión profundamente subjetiva, debido a que cada persona
responde al acontecimiento traumático de diferentes formas, dependiendo de
diversos factores como el significado que se le asigne, la edad, el grado de
cercanía al evento y el estado de salud en general, entre otros. Los traumas son
experiencias perturbadoras de la vida que comprometen la integridad emocional y
física de la persona o aquellos que la rodean.
Estrés:
Reacción ante amenazas y dificultades
La mente, el cerebro y el cuerpo humano
trabajan en conjunto con el objetivo de la supervivencia del mismo y por ende,
identificar el peligro y cuán grave es de suma importancia para el ser humano. Al
identificarlo, es el momento en el que se tienen las reacciones emocionales y
físicas relacionadas a tomar medidas para la propia protección.
El estrés es la respuesta de una persona
ante los sucesos amenazantes o difíciles, que corresponden a los eventos
traumáticos. Para que un suceso sea considerado estresante, debe percibirse
como algo amenazador o desafiante y carecerse de los recursos para enfrentarlo
con eficacia. Los sucesos estresantes pueden ser debido a cataclismos, factores de estrés personal y factores de estrés cotidianos, o complicaciones de la vida diaria.
Los peligros o sucesos estresantes se vuelven “traumáticos” cuando amenazan
inminentemente a producir graves lesiones o la muerte, incluyendo todo lo que
son violaciones físicas o sexuales del cuerpo, tanto para la misma persona como
para un ser querido o una persona en su cercanía.
Estos eventos son acompañados de sentimientos de terror,
impotencia u horror como respuesta a la gravedad del peligro ante el cuál se
encuentra la persona y el hecho de no poder ponerse a salvo o cambiar los resultados
perjudiciales que conllevan este peligro. El cuerpo reacciona con palpitaciones
aceleradas, temblores, saltos en el estómago y una sensación disociativa o de
estar pasando por un sueño.
El estrés puede generar consecuencias
biológicas y psicológicas graves en cada persona. La reacción inmediata es la
biológica, debido a que la exposición a factores estresantes genera un aumento
de hormonas que secretan las glándulas suprarrenales, un aumento del ritmo
cardíaco y la presión arterial al igual que cambios en la forma como la piel
conduce los impulsos eléctricos.
Cuando los factores estresantes son
continuos y persistentes, se produce una disminución del nivel
general de funcionamiento biológico del cuerpo. Esto crea un deterioro de
tejidos corporales, como los vasos sanguíneos y el corazón. Esto hace al cuerpo
vulnerable a enfermedades y susceptible a infecciones debido a la disminución
de la capacidad de combatir virus o bacterias.
De igual manera, pueden producirse
problemas físicos conocidos como trastornos
psicofisiológicos o trastornos psicosomáticos, que son todos aquellos
problemas médicos en los que influye una interacción de dificultades
psicológicas, emocionales y físicas. En el plano psicológico, los niveles
elevados de estrés impiden que la persona afronte la vida de manera adecuada y
las respuestas emocionales pueden ser extremas, perdiendo la capacidad de
actuar en absoluto. Algunas víctimas experimentan lo que conocemos como el trastorno de estrés post traumático. Este corresponde a un fenómeno
en el que las víctimas de catástrofes o fuertes factores de estrés personales,
experimentan efectores duraderos como sentir de nuevo el suceso a través de
remembranzas súbitas o sueños vívidos.
Secuelas
del Eventos Traumáticos
Para los niños, las situaciones
traumáticas tienen secuelas diferentes a la de un adulto debido a que hay
mayores sentimientos de impotencia ante la amenaza de peligro y la necesidad de
su sistema de apoyo (los padres o figuras de apego) para sentirse seguros y
protegidos. Cuando uno de los progenitores o de sus figuras de apego es alejado
o heridos durante algún evento traumático, tiene repercusiones mucho más profundas
en los niños pequeños debido a la ausencia de un consuelo que provea protección
y bienestar.
A medida que los niños crecen, tienen
mayor capacidad para juzgar la gravedad de la amenaza ante la que se
encuentran, a diferencia de los niños más pequeños que dependen totalmente de
las reacciones de sus figuras de apego. Debido a estas diferencias a nivel
cognitivo, los niños en edades escolares tienen mejores posibilidades de pensar
en cómo podrían protegerse aunque no puedan enfrentar el peligro por sí mismos.
En estas edades, los sentimientos de impotencia van acompañados de sentimientos
de culpa debido a las fantasías de superhéroes, donde ellos pueden imaginar
cómo quisieran actuar y cómo salvar a sus seres queridos en peligro.
El manejo de estas emociones y
reacciones ante el peligro son lo que pueden llevar a la superación del evento
traumático o al desarrollo de lo que conocemos como un trauma infantil (en
otras palabras, estrés post traumático). Es necesario mencionar que hay tres
grupos de estresantes reacciones postraumáticas:
·
Primero, estas experiencias pueden quedar
grabadas en la memoria ya que pueden continuar percibiendo imágenes inquietantes
sobre lo ocurrido y es posible que continúen pensando en esa experiencia o en
el daño ocasionado por la misma. Estas vivencias provocan reacciones físicas y
emocionales agudas que nos recuerdan el suceso traumático. Esto ocasiona que
las nuevas situaciones sean difíciles de determinar si son seguras y no
confundirlas con el evento traumático. Debido a esto, pueden haber reacciones
exageradas y actuar como si el peligro estuviera a punto de repetirse ante una
situación cotidiana y segura.
·
Segundo, se evita de manera exhaustiva las
situaciones, personas o lugares que recuerden lo sucedido para evitar que
retornen los sentimientos o imágenes relacionadas al evento traumático. Se
sigue reaccionando a los recuerdos de la experiencia traumática aunque parezca
que se han “olvidado” las partes más traumáticas para la persona.
·
Por último, es posible que el cuerpo permanezca
en alerta como si la amenaza aún estuviera presente. Esto conlleva problemas
para conciliar el sueño, irritabilidad o susceptibilidad. El cuerpo permanece
sobresaltado, con dificultades para concentrarse y prestar atención,
presentando síntomas físicos recurrentes como dolores de cabeza y de estómago
ante la sensación de peligro inminente.
Reacciones
Postraumáticas en los Niños y Adolescentes
De acuerdo a la edad, fase del
desarrollo, la madurez y la experiencia, los efectos del evento traumático son
diferentes para cada persona. A pesar de las creencias comunes de que a los
niños más pequeños no tienen las suficientes capacidades mentales para darse
cuenta de los eventos ocurridos, cada evento traumático afecta el cerebro, la mente
y el comportamiento de todas las personas de acuerdo a la gama de reacciones
que presenten ante la amenaza.
Algunas reacciones esperadas para los
niños mayores son que se vuelvan pasivos, callados y se alarmen con facilidad,
volviéndose más asustadizos, cuando no están protegidos al momento de que
ocurrió el evento traumático. Estos niños tienden a sentirse menos protegidos o
seguros. En los casos donde uno de los progenitores es el causante del maltrato
o la amenaza, pueden confundirse en respecto a donde buscar protección. Los
niños mayores reaccionan ante recordatorios generalizados como a un color o a
un sonido en particular y los efectos del miedo pueden obstruir el aprendizaje
reciente. También se han registrado fuertes reacciones de sobresalto, terrores
nocturnos, arrebatos de agresividad y regresiones como orinarse en la cama o
hablar nuevamente como bebé.
A diferencia de los niños mayores, los
niños en edad escolar tienen reacciones postraumáticas que incluyen una gama
más amplia de imágenes y pensamientos intrusos. Los niños en edad escolar
tienden a pensar sobre muchos momentos de terror durante la experiencia
traumatizante, repasan lo que hubiese impedido que eso sucediera y qué hubiese
logrado que los resultados fueran diferentes. Estos pensamientos salen a
relucir en lo que denominamos como “juego traumático”.
Los niños en edad escolar responden a
recuerdos concretos como a parecidos con los causantes de la agresión, el
lugar, colores o sonidos que les recuerdan el evento traumático. Esto hace que
los niños tengan “miedos recurrentes” y que el resultado de estos sea la
evitación de participar en actividades placenteras que antes disfrutaban en la
búsqueda de una sensación de protección y seguridad, volviéndose niños
retraídos y tímidos o por el contrario, mostrar conductas inusualmente
agresivas. Es normal que después de alguno de estos eventos traumáticos, haya
perturbaciones del sueño acompañadas de fatiga y deterioro en la capacidad de
concentración y atención, debido a que están alerta y a la espera de que se
repita algo similar al evento traumático causante de estas reacciones.
En el caso de los adolescentes, estos
tienen dificultades adicionales con las reacciones al estrés postraumático.
Muchas de estas reacciones pueden ser interpretadas como regresivas o
infantiles. Los adolescentes interpretan sus reacciones como símbolos de que
“están enloqueciendo”, signos de debilidad o que son diferentes a los demás. Es
común que los adolescentes manifiesten sentimientos de vergüenza o bochorno por
los ataques de pánico las reacciones
psicológicas al miedo que experimentan. Usualmente, este tipo de emociones los
lleva a un aislamiento personal porque consideran que su dolor y sufrimiento es
único en su clase. Las reacciones de aflicción ante el evento traumático son
más fáciles de comprender que las reacciones postraumáticas de estrés para los
adolescentes.
Los pensamientos postraumáticos de los
adolescentes tienen que ver con los comportamientos y selecciones que se
remontan al tiempo previo al evento traumático. De igual manera, los
adolescentes son sensibles a la impotencia de la familia, institución o
comunidad por no poder protegerlos y por no imponer justicia. Esto hace que
acudan a sus compañeros para poner en juicio los riesgos y tomar medidas de
protección ante cualquier futuro evento de la misma índole. Otra posible
reacción es que empiecen a fascinarse por los daños o muertes grotescas se concentren demasiado en sus cicatrices.
De la misma forma en que los niños
utilizan el juego para reaccionar a sus experiencias, los adolescentes tienden
a representar situaciones peligrosas y reaccionan con agresividad “protectora”
a una situación muy cercana a ellos. Ante un recordatorio, pueden tomar
acciones extremistas como volverse sumamente imprudentes para ponerse a sí
mismos o a otras personas en peligro o tener conductas muy evasivas que
perjudiquen su adolescencia, como el consumo de alcohol y drogas para escapar
de las reacciones y emociones postraumáticas.
Mientras peor sea la violencia, las
amenazas heridas o mientras más veces se
haya presenciado daños y muertes grotescas, más graves y probablemente más
duraderas serán las reacciones de estrés postraumático. Una sola experiencia
traumática puede contener muchas amenazas y pérdidas traumáticas, por lo cual,
la recuperación es más complicada.
La experiencia subjetiva que el niño ha
tenido de lo que ha sucedido explica también la gravedad y duración de sus
reacciones de estrés postraumático. La intensificación de sensaciones físicas o
la sensación de irrealidad en ese momento podría agravar la intensidad la duración de la reacciones postraumáticas.
Sentir que algo que él hizo o dejó de hacer empeoró la situación podría también
agravar las reacciones.
Trastorno
de Estrés Postraumático en Niños
El trauma está definido como un
acontecimiento fuera de la experiencia cotidiana que puede ser doloroso
prácticamente para todo el mundo. El diagnóstico de trastorno por estrés post
traumático, según el DSM-IV-TR, requiere que la persona haya estado expuesta a
un acontecimiento traumático en el que haya experimentado, presenciado o le han
explicado uno o más acontecimiento
caracterizado por muertes o amenazas para su integridad física o la de los
demás y que la persona ha respondido con
temor, desesperanza u horror intenso. En los niños, estos comportamientos son
desestructurados y agitados.
Los acontecimientos traumáticos son re
experimentados persistentemente a través de distintas formas, las cuales tienen
ciertas variaciones cuando hablamos de niños. Por ejemplo, mientras que en los
adultos se presentan recuerdos del acontecimiento, los niños manifiestan un
juego repetitivo donde aparecen temas o aspectos característicos del trauma
vivido. En los adultos pueden aparecer sueños de carácter recurrente, mientras
que para los niños son sueños terroríficos de contenido irreconocible. De igual
manera, la víctima actúa o tiene la sensación de que el acontecimiento
traumático está ocurriendo y en los niños se producen re escenificaciones del
acontecimiento traumático específico. Por ambas partes, hay malestar psicológico
intenso al exponerse a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan
algún aspecto del acontecimiento traumático, acompañados de respuestas
fisiológicas ante estos estímulos. Por último, existen esfuerzos de evitación
persistente de estímulos relacionados con el trauma y síntomas persistentes de
activación.
Los niños y adolescentes pueden
presentar una frecuencia e intensidad cada vez mayor de miedos específicos.
Estos se producen ante estímulos directamente relacionados o asociados a la
experiencia, aunque no a un estímulo no relacionado.
Es común que los niños presenten
dificultades de separación y conductas de “amarre” y dependencia, como
resistencia a ir al colegio o el deseo de dormir con los padres en su
habitación.
Los niños y adolescentes pueden
experimentar diferentes patrones e intensidad de los síntomas, variando en
cuanto a duración de su persistencia y su fluctuación a lo largo del tiempo Las
diferencias individuales en la vulnerabilidad al momento del acontecimiento
traumático podrían influir en la reacción de niño o del adolescente. El grado
de exposición ante el acontecimiento traumático es otro factor de influencia
muy importante. La experiencia subjetiva de una amenaza está relacionada a las
reacciones postraumáticas de los niños expuestos al acontecimiento traumático.
Las reacciones de niños y adolescentes
ante los acontecimientos traumáticos también están estrechamente relacionado
con las reacciones de los padres. Si estos sufren de estrés postraumático grave
o por algún otro motivo no son capaces de proporcionar una atmósfera de apoyo y
comunicación, las reacciones de los niños o adolescentes podrían ser más
graves.
El
Impacto del Estrés Postraumático en el Desarrollo
El estrés postraumático durante la
infancia y la adolescencia puede traer muchos cambios en el desarrollo.
Durante los primeros años de la
infancia, el cerebro está en un constante proceso de crecimiento, por lo que
los eventos traumáticos como la negligencia, el maltrato físico y emocional,
así como el abuso sexual puede perjudicar partes del cerebro que ayudan al
infante a crecer y controlar sus respuestas ante el peligro. El trauma puede
demorar el desarrollo de las destrezas para reaccionar automáticamente ante el
peligro y hacer que los niños esté siempre demasiado atentos a ruidos u otros
estímulos del mundo exterior, provocando dificultades de concentración y
autocontrol.
El cerebro controla los niveles
hormonales del cuerpo y al llegar a la pubertad, hay grandes cambios. Algunos
de estos pueden ocurrir prematuramente en los niños abusados sexualmente
durante la preadolescencia. El cuerpo segrega hormonas que nos ayudan a lidiar
con el estrés. Después de eventos traumáticos, algunos adolescentes han
presentado cambios en los niveles de estas hormonas del estrés, por lo que
reaccionan de forma diferente al peligro y presentan problemas de salud
relacionados a altos niveles de estrés.
El estrés postraumático y el miedo
intenso ocasionado durante el evento traumático trunca los esfuerzos de los
niños en el manejo de las emociones. Debido a esto ocurren las regresiones que
hemos mencionado antes, en busca de protección y seguridad, retrasando el
desarrollo de la inteligencia emocional en los niños. De igual manera, le
dificulta a los niños, el distinguir las emociones y la intensidad de las
mismas. La intensidad y velocidad de las emociones durante un evento traumático
confunden al niño, por lo que puede provocar que estas emociones sean
reprimidas más adelante por miedo a que vuelvan a llegar a extremos
intolerables para sus habilidades de manejo de emociones insuficientes.
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