Dirigir o No Dirigir: Terapia No Directiva


Terapia No-Directiva

La psicología no es únicamente una ciencia para muchos, es una práctica así como una pasión. La psicología no es un trabajo ni una profesión, es una vocación para muchas personas. Algunos consideran la profesión como escuchar los discursos incesantes de las personas con problemas pero es más allá de eso. 

Definir la psicología y el significado que tiene para nosotros como profesionales no es fáci, por lo que recurrimos a autores más versados. El día de hoy queremos compartirles la siguiente frase: 

"La psicología, a diferencia de la química, álgebra o literatura, es un manual para tu propia mente. Es una guía para la vida" - Daniel Goldstein.




Algunos habrán escuchado esta frase, algunos no. En lo personal, al escucharla me llenó de una gran alegría que alguien entendiera la verdadera labor de la psicología. Un gran mentor, quien en su momento me dio varias clases y continúa siendo un modelo de buenas prácticas y profesionalismo, me dijo que los psicólogos no somos salvadores ni portadores de una varita mágica. Los psicólogos somos guías y acompañantes en el proceso de adaptación y transformación de una persona a una nueva situación.

Dicho esto, iniciamos el tema que queremos compartirles el día de hoy. Muchas personas creen erróneamente que el psicólogo es un consejero o un coach, una persona que nos dirá qué hacer y cómo resolver nuestros problemas de una manera rápida y eficiente. Ese es el principal motivo por el cual muchas personas están frustradas con sus procesos psicoterapéuticos. La psicoterapia no siempre es directiva. 

La terapia no-directiva se basa en la suposición de que cada individuo tiene la habilidad para resolver sus propios conflictos dentro de sí. Cada individuo es capaz de resolver dicha problemática de manera efectiva y también posee el impulso de crecimiento que hace que la conducta madura llegue a ser más satisfactoria que la conducta inmadura.

Una manera de entender esto de forma más sencilla y práctica es entender que cada persona, especialmente los niños, tienen la capacidad de ajustar sus procesos cognitivos y conductuales para adaptarse a la situación que están viviendo y madurar lo suficiente como para poder sobrellevar dichas circunstancias. Algunos creerán que no es cierto pero no he dicho ninguna mentira.

La Terapia No Directiva se ha utilizado por mucho tiempo y es también conocida como la Terapia de Juego. Es un modelo de psicoterapia utilizado principalmente con los niños. 


La terapia de Juego No-Directiva le ofrece a los niños una oportunidad para experimentar el crecimiento bajo las condiciones favorables del contacto terapéutico. El juego es un medio natural de autoexpresión y le presenta a los individuos de un espacio para actuar sus sentimientos acumulados, sean estos de tensión, frustración, inseguridad, agresión, temor, perplejidad y confusión. Es en este espacio donde se enfrentan a estas emociones y aprenden a controlarlos o rechazarlos.

Es aquí donde aparece el cuarto de juegos. Muchos padres de familia, en especial aquellos que han llevado a sus hijos a terapia con un psicólogo infantil, tendrán sus dudas respecto a la efectividad de que sus hijos lleguen únicamente a jugar con el psicólogo. Muchos hemos escuchado un sin fin de comentarios y críticas al respecto pero es importante entender que muchos desconocen la importancia del juego en el desarrollo del niño y los beneficios que puede tener a nivel psicológico. El juego es la herramienta del niño para sanarse a sí mismo.

El cuarto de juegos es un lugar que propicia el crecimiento y es dentro de su seguridad en donde el niño controla la situación sin ninguna clase de dirección. De ahí proviene el termino no-directiva. Dentro de este cuarto de juegos, el niño entra en su propio mundo y puede combatir con aquello que lo agobia de una manera segura. Puede confundir a los niños durante las primeras sesiones y probablemente requiere de varias oportunidades antes de que el niño pueda adentrarse de lleno en este espacio a interactuar consigo mismo.




El terapeuta que se encuentra dentro de la sesión está ahí como acompañamiento del niño con el único objetivo de realizar justamente eso, acompañar por medio del reflejo las emociones y actitudes que manifiesta este niño para que logre comprenderlas por sí mismo

Algo muy importante para comprender la Terapia de Juego No-Directiva es que tiene ocho principios básicos.

1. El terapeuta debe desarrollar una relación interna y amigable con el niño mediante la cual se establece una armonía lo antes posible.

El terapeuta que acompaña a este niño realizará un reflejo de las emociones que manifiesta durante la sesión. Así como en la terapia con adolescentes y adultos, no podemos pretender ayudar a nuestro paciente a ayudarse a sí mismo si estamos en el bando contrario. Una relación interna y amigable con el paciente es de gran importancia para podamos ser capaces de crear un espacio terapéutico en donde se sienta seguro y apoyado para poder desenvolverse naturalmente. Piensen por un momento, si se encuentran en medio de un campo de guerra frente al enemigo, ¿querrán abrirse y compartir sus emociones? No lo creo.

Está alianza es de gran importancia y no debe darse por sentado, es la primera labor del psicólogo al iniciar un proceso terapéutico no solo con un niño, sino con cualquier paciente.

2. El terapeuta acepta al niño tal como es.

Los estereotipos y prejuicios hacia otras personas es una preocupación que agobia a muchas personas en su interacción con el entorno. Sin embargo, dentro de un proceso psicoterapéutico no importa si eres blanco, moreno, gordo, flaco, rubio o castaño, podrías ser mujer, hombre, niño u adolescente y no tendría gran diferencia porque se trabaja desde la individualidad. 

La aceptación no es algo que se da en todos ámbito social y es debido a eso que debemos adaptarnos y en muchas ocasiones, recurrimos a mecanismos de defensa. Esto no debe ocurrir en un espacio terapéutico porque dificulta el proceso de transformación personal. El cuarto de juegos, o en sí la clínica, debe ser un espacio seguro y de aceptación para el paciente. Crear un ambiente seguro y donde se transmita una aceptación incondicional depende mucho de la relación entre terapeuta y paciente.




3. El terapeuta crea un sentimiento de actitud permisiva en la relación, de tal forma que el niño se siente libre para expresar sus sentimientos por completo.

Otra de las grandes sabidurías que me han compartido mis profesores es que los psicólogos no somos ni mamá, ni papá, ni maestros. Aunque dentro del campo de la psicología existan muchos profesionales relacionados a la docencia, no somos maestros de nuestros pacientes. Por conclusión, no tenemos porque decirle al paciente si lo que hace está mal o no, si es correcto o incorrecto. Esto puede sonar contradictorio y contraproducente para algunos, pero es la verdad. No depende de nuestro criterio si el paciente hace o no lo correcto, depende de sus propios criterios y percepciones del mundo si lo que hace o deja de hacer es correcto o incorrecto.

Es por tal motivo que debemos proveer el espacio para que el paciente se desenvuelva en su totalidad y haciendo la salvedad de que no se lastime a sí mismo o a los demás, haga lo que quiera dentro de este espacio seguro y terapéutico. El paciente debe aprender a utilizar ese espacio como un medio de autoexpresión, que no haría en otro lado con tal de cumplir las expectativas y normas de los ámbitos exteriores en donde se desenvuelve. Es solamente cuando nos sentimos libres de expresarnos que podemos realizar un proceso de autoanálisis y empezar ese proceso de transformación personal.
4. El terapeuta está alerta a reconocer los sentimientos que el niño está expresando y los refleja de nuevo hacia él de tal forma que logra profundizar más en su comportamiento.

Como lo comentamos anteriormente, la labor del terapeuta es estar atento de las emociones y sentimientos que manifiesta el niño a través de su conducta durante el juego para poder reflejarla. Es por medio de esté reflejo que el niño es consciente de sus acciones y sentimientos, por lo que interactúa con ellas y es capaz de llegar a profundizar en las mismas. Solamente así es que logra una mayor comprensión de ellas y puede realizar los ajustes necesarios y adquirir la conducta madura que mencionamos anteriormente.

Virginia Axline, en su libro de Terapia de Juego (2003) menciona que cuando el terapeuta capta el sentimiento que es expresado y lo reconoce, el niño toma su punto de partida de ahí y el terapeuta puede en realidad observar al niño adquirir una completa visión de sí mismo.



5. El terapeuta observa con un gran respeto por la habilidad del niño para solucionar sus problemas si a éste se le ha brindado la oportunidad de hacerlo. Es responsabilidad del niño decidir y realizar los cambios.

Honestamente espero que algún día tengan la oportunidad de observar ese momento clave y crítico en donde una persona decide hacer un cambio en su vida para modificar algún aspecto de sí mismo. Algunos lo observarán en el espacio terapéutico con sus propios pacientes y quizá otros tendrán la oportunidad de verlo en personas a quienes aprecian y con las que conviven cotidianamente.

La terapia no-directiva está basada en la concepción de que el individuo es capaz de resolver sus propios conflictos. El niño es capaz de resolver su propio conflicto sí y únicamente sí, se le da la oportunidad de hacerlo. El espacio es suyo para que el terapeuta lo respete y vele por su seguridad dentro del mismo.

En alguna oportunidad todos hemos experimentado qué se siente ser apresurado y presionado para realizar cualquier tipo de acción. Algunos disfrutarán de esta presión en un ambiente laboral o profesional, debido a que podría llevar a la autosuperación. Sin embargo, en el ambiente emocional en el que se encuentra el individuo durante este tipo de terapia, cada quién debe ir a su propio paso, sin ser apurados o presionados para cambiar algo que no están dispuestos a cambiar aún. Es nuestra labor dar el acompañamiento necesario y adecuado al paciente durante esta transición y nada más.



6. El terapeuta no intenta dirigir las acciones o conversación del niño en forma alguna. El niño guía el camino, el terapeuta lo sigue. 

El título de nuestro artículo nos lleva a este principio tan fundamental de este tipo de terapia. Es una terapia no-directiva, por ende, no hay que dirigir. Contrario a muchas otras tareas en donde la labor del profesional es más directiva y provee de una guía, esta terapia busca darle al paciente la libertad de ser el capitán de su propio barco.

Si dirigimos cualquiera de las acciones o el discurso del niño en cualquier forma caemos en roles que no nos corresponden como terapeutas y caemos en un error que únicamente los psicólogos inexperimentados y sin un atisbo de profesionalismo caen. No somos salvadores, no somos mamá ni papá ni maestro. No tenemos porque actuar de líderes y mentores de nuestros pacientes para vanagloriarnos de su desempeño. El proceso terapéutico se basa en que el paciente se comprenda a sí mismo y llegue así a sus propias conclusiones sobre si desea cambiar o no algún aspecto de sí mismo.

No nos dejemos llevar por estos errores. Si entramos a la vocación de la psicología, buscamos el bienestar de nuestros pacientes y no el propio.

7. El terapeuta no pretende apresurar el curso de la terapia. Este es un proceso gradual y, como tal, reconocido por el terapeuta. 

Creo que el presente principio no requiere de mayor explicación, pues se ha mencionado anteriormente. El paciente es el capitán de su propio velero hacia el destino que él mismo decida. La paciencia es una virtud que todo psicólogo debe practicar y cultivar para su práctica profesional.

8. El terapeuta establece solo aquellas limitaciones que son necesarias para conservar la terapia en el mundo de la realidad y hacerle patente al niño de su responsabilidad en la relación.

El último principio es uno de los principios básicos más importantes de este tipo de terapia. Las limitaciones que son establecidas en la relación no-directiva son muy pocas pero de gran importancia. Estas limitaciones van enfocadas al propio bienestar del paciente así como garantizar la seguridad del terapeuta dentro de este espacio permisivo que existirá durante el proceso terapéutico.

Estas limitaciones son cosas sencillas y bastante obvias. Entre ellas están la destrucción de los materiales de juego, averiar la habitación o atacar al terapeuta. Es importante evitar reforzar o permitir este tipo de conductas ya que son contraproducentes con los objetivos de la terapia. 

Otras limitaciones son necesarias para la protección del niño, como evitar actividades que puedan poner en peligro el bienestar físico o emocional del paciente así como del terapeuta. 

Algunas de las actividades realizadas dentro del espacio clínico del cuarto de juegos podrían recibir críticas severas si fueran llevadas a cabo en el exterior. Este espacio terapéutico cumple funciones que ningún otro lugar, incluido el hogar o la escuela, cumplen. El terapeuta debe aprender cierto nivel de tolerancia en respecto a algunas actitudes que se darán dentro de este espacio, como algunas formas de jugar o algunos comentarios que puedan surgir. Debemos respetar este comportamiento en la medida que se mantenga dentro de estas limitaciones establecidas para permitir el contacto consigo mismo del paciente y llegar así a un crecimiento durante el proceso terapéutico.

Por experiencia propia y los comentarios de muchos compañeros, la terapia no-directiva no es algo sencillo ni algo fácil, pero es una técnica que no podemos evitar tener en nuestro arsenal para intervenir con nuestros pacientes. Este tipo de técnica requiere de una formación académica y práctica por parte del profesional de la psicología para llevarse a cabo de una manera eficiente y efectiva en el proceso terapéutico.




Aquí tenemos un par de fotografías de nuestro proceso de formación en la terapia no-directiva. Porque haciendo, se aprende más facil.


Por último, les comparto un video sobre el juego. Esperamos que la información compartida les sea de gran utilidad. 



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